sábado, 16 de enero de 2021

Mi mejor maestro.

 Mi mejor Maestra


Una vez finalizados los estudios básicos, la EGB. Mi padre me planteó si continuar el Bachillerato en la enseñanza pública, en el Instituto de la localidad, que quedaba al lado de nuestra casa, o ir al Seminario. 


Yo nunca fui buen estudiante, de hecho repetí un curso en la EGB porque mi examen de Inglés, en septiembre, desapareció y volvió a aparecer en las manos de la mujer de un compañero de trabajo de mi padre que se llevaba mal con él. Esta era la nueva profesora de Inglés. Misteriosamente se había borrado mi nombre de la cabecera del examen que había escrito en lapicero. No sin antes previa reunión de mi padre con el director, que le acusaba a mi padre de no llevarme al colegio a realizar los exámenes. Curiosamente ese mismo día me había examinado de otras dos asignaturas que había superado.


Con tan mala experiencia, y después de haber pasado por los Hermanos de la Salle que se quedaban hasta las mil horas de la tarde repasando cuentas, caligrafía, redacción, lectura con unos cuantos recién incorporados al Cole y que íbamos retrasados en el aprendizaje de séptimo curso, prefería seguir al lado de los curas que ir a ver tetas adolescentes al instituto.


Lo primero que sucedió es que las clases del curso estaban abarrotadas, cincuenta alumnos por clase. Casi todos eran internos, esto es que dormían allí toda la semana. Yo, como estaba en la misma localidad, estaba en casa con mis padres. 


La primera evaluación fue bien, pero la segunda ya me veía que flojeaba en historia, matemáticas y ciencias. Hablé con mi madre, ella no había ido a la escuela y se manejaba poco o nada con ecuaciones. Mi padre siempre estaba trabajando y lo de explicar, la verdad, es que se le daba bastante mal o puede que yo fuera muy tarugo y se pusiera nervioso. 


Madre encontró una chica que era maestra y empecé todas las tarde a ir a su casa, en torno a su mesa camilla empezamos a destripar el libro de historia. Mientras Yo hacía ecuaciones, ella me hacía un resumen de la lección de historia. Luego me corregía las ecuaciones. Yo estudiaba el resumen, pero la pedí que me ayudará a resumir y subrayar, así que pronto dejamos de hacer esa tarea juntos y la hacía Yo en casa.


Al principio me sorprendieron lo grande que eran sus narices, tarde en acostumbrarme a mirarla sin fijarme en ellas. A parte de eso me parecía atractiva y siempre llevaba unos pantalones vaqueros ajustados. En plena pubertad tenía que aguantarme cierto dolor en la entrepierna. De cuando en cuando notaba cierto olor, que aumentaba mi zozobra y también parecía que la veía con los pechos mas grandes. Esto era sobre todos algunos viernes.


Los viernes, los amigos del Colegio salían juntos a dar paseos por el Parque, así que haciendo una trampa, le dije que los viernes me ausentaba de las clases particulares, pero no se lo comenté a mi madre, y en un dos meses se descubrió la trampa. Estaba sisando parte de la paga de la profe particular para ir de paseo con la pandilla, pero lo de la pandilla me vino bien, porque entre las burradas que decían llegué a comprender que las mujeres tenían periodos. Como ellos estaban en el Instituto adivinaban ya cuando les llegaban a las compañeras. Eso para mí también fue una enseñanza. 


La siguiente clase del viernes con mi profe particular, Melisa, fue un poco más amena y no dimos tanta caña a las Mates y a las Ciencias, hablamos y entre las tareas que me puso fue investigar cómo se cortejaban los pájaros. Me quedé sorprendido al averiguar que los pájaros tenían las glándulas sexuales en la nuca. Tras lo cual termine recalando varios viernes en la Biblioteca Pública leyendo libros de sexualidad. 


No terminé de comprender porque en Mayo seguía detectando el olor. Le pregunté si no olía eso raro. Su respuesta fue que investigará libros de flores y árboles. Queda claro que mis notas de Ciencias Naturales mejoraron de lo lindo, pero no encontraba respuestas al olor. 


Ese olor me recordaba en cierta medida al matadero. Teniendo entre cinco a ocho años, en el pueblo, visitaba a mi abuelo cuando bajaba a matar los gochos o las vacas al matadero. Él era carnicero. Yo presenciaba como sacrificaba a seis cerdos seguidos o como se dejaban en canal las vacas. La respuesta no podía estar en los árboles.


¿Quedó ahí para siempre la pregunta sin respuesta?


Haciendo mi curso de doctorando en Biología, caminaba por el campus, en Brasil, yendo en mi primer día a la entrevista con el catedrático. Me sorprendía nueva e intensamente ese olor. Estaba por todas partes. 


Al finalizar la entrevista y quedar claro las premisas de mi investigación, clases y tutorías que debía impartir como profesor asociado. Manteniendo una conversación más distendida y relajada, pregunte al catedrático. ¿De dónde veía ese olor?. Se sorprendió gratamente de que lo preguntará y mas aún de que lo pudiera olerlo. Era el olor de las semilla del Ginkgo Biloba, un árbol prehistórico procedente de china. Está plantado por todo el campus. Las personas que pueden olerlo, también pueden oler la sangre. 


Mi recuerdo de aquellas narices y pantalones ajustados, resolvió una pregunta de dos lustros.



 








  


 


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi mejor maestro.

  Mi mejor Maestra Una vez finalizados los estudios básicos, la EGB. Mi padre me planteó si continuar el Bachillerato en la enseñanza públic...